Es muy difícil contener la lengua
emocional tras el atentado terrorista en Barcelona. Pero la diferencia entre
animales y personas, entre unos tipos y otros, provocan con el tiempo encontrar
un equilibrio “visceroracional” que
muchos pierden con cierta lógica inicial.
Ya
lo vemos, esto no es nuevo, y sabemos desde hace un tiempo. La cercanía en los
actos nos produce una afecto emocional mayor; la lejanía nos produce sorpresa y
un simple :“vaya tela con esta gente”, o tal vez un: “que se maten entre ellos”.
Pero estamos ante el mismo problema, pero con diferentes distancias, aunque
puede con diferentes ejecutores.
Asia
del Sur, Oriente Medio, zonas del Norte de África, África Subsahariana y Europa
del Este se llevan el “honor” en los ataques del Estado Islámico. Europa
Occidental, Asia Central, Norteamérica, “disfrutamos” de los últimos escalones
de la matanza aunque muchos no lo crean o no les interese saberlo.
Estos
datos nos importan bastante poco o nada cuando
nos afectan de lleno en nuestras emociones. Nos acordamos rápidamente de que tú
o yo hemos pasado por ahí, y qué conoces a gente, o que viven familiares o
amigos... Y ni que decir tiene cuando tú o yo somos los afectados directos, no
quiero ni imaginar lo que tiene que ser perder a un hijo, una esposa, un padre,
un hermano o un amigo en esas situaciones.
¿Y
qué hacemos el resto? Nos seguimos quedando con la boca abierta, liberamos
nuestro odio comentando “chorradas” en redes sociales, dónde solo vemos el
enunciado de la noticia y criticamos sin ningún argumento. Nos centramos en las
“carajotadas” de las banderas, en las pagas
que le dieron a los que vinieron aquí como inmigrantes, compartimos esos vídeos trucados xenófobos, sacamos la bandera católica, compartimos
cartelitos por Whatsaap generalizando a los musulmanes, aprovechamos para dar
caña a unos y otros partidos políticos, y restregar la mierda de la España más
maruja e inoperante, los cuáles son pocos pero hacen mucho ruido. A ellos les interesa nuestro odio, no me cabe
duda.
Cuanta
energía gastada en redes sociales, que de palabras al viento, que odio reales e
irreales, que de tontos reunidos ante un grupo social que no da soluciones a nada.
Comprendo
y comparto el “yo me cago en la puta madre de toda esta gente”, pero después
tiene que venir la parte efectiva.
¿Qué
lleva a un chico a cometer esto? ¿Cuáles son sus perfiles? ¿Cómo se captan? ¿
Son los mismos que matan en otros lugares? ¿Qué buscan? Qué consiguen? ¿Quién los capta? ¿Cómo? ¿Por
qué todos los musulmanes no son iguales? ¿O lo son todos? ¿Por qué se
interpreta el Corán de diferentes formas? ¿Dónde está la raíz? ¿La hay? ¿Estamos
seguro?
Todas
estas cuestiones y muchas más poco importan para la familia de los fallecidos,
los cuales, con lógica inicial desean la mayor venganza, sin que ella misma
pueda devolver, por desgracia, a sus seres queridos. El fastidio está hecho el resto
de sus vidas, y tanto.
Pero
el resto no podemos quedarnos ahí, hay que avanzar hacia algo, y sabemos que
los cuerpos del estado trabajan al 100% en ello. Sé poco de lo que hay que
hacer ante estos casos, pero sé que
puedo pensar en la búsqueda de parar esto. Pero hay que seguir luchando contra
este terrorismo atroz pero sin perder de referencia el germen que lo produce, que lo abastece y le
da cobijo.
Una
abrazo a Barcelona, a sus gentes, a esa ciudad
europea perfectamente organizada, avanzada y maravillosa, deseando poder volver
por sus rincones.
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