domingo, 20 de agosto de 2017

BARCELONA

Es muy difícil contener la lengua emocional tras el atentado terrorista en Barcelona. Pero la diferencia entre animales y personas, entre unos tipos y otros, provocan con el tiempo encontrar  un equilibrio “visceroracional” que muchos pierden con cierta lógica inicial.

                Ya lo vemos, esto no es nuevo, y sabemos desde hace un tiempo. La cercanía en los actos nos produce una afecto emocional mayor; la lejanía nos produce sorpresa y un simple :“vaya tela con esta gente”, o tal vez un: “que se maten entre ellos”. Pero estamos ante el mismo problema, pero con diferentes distancias, aunque puede con diferentes ejecutores.

                Asia del Sur, Oriente Medio, zonas del Norte de África, África Subsahariana y Europa del Este se llevan el “honor” en los ataques del Estado Islámico. Europa Occidental, Asia Central, Norteamérica, “disfrutamos” de los últimos escalones de la matanza aunque muchos no lo crean o no les interese saberlo.

                Estos datos nos importan bastante poco  o nada cuando nos afectan de lleno en nuestras emociones. Nos acordamos rápidamente de que tú o yo hemos pasado por ahí, y qué conoces a gente, o que viven familiares o amigos... Y ni que decir tiene cuando tú o yo somos los afectados directos, no quiero ni imaginar lo que tiene que ser perder a un hijo, una esposa, un padre, un hermano o un amigo en esas situaciones.

                ¿Y qué hacemos el resto? Nos seguimos quedando con la boca abierta, liberamos nuestro odio comentando “chorradas” en redes sociales, dónde solo vemos el enunciado de la noticia y criticamos sin ningún argumento. Nos centramos en las “carajotadas” de  las banderas, en las pagas que le dieron a los que vinieron aquí como inmigrantes,  compartimos esos vídeos trucados xenófobos,  sacamos la bandera católica, compartimos cartelitos por Whatsaap generalizando a los musulmanes, aprovechamos para dar caña a unos y otros partidos políticos, y restregar la mierda de la España más maruja e inoperante, los cuáles son pocos pero hacen mucho ruido.  A ellos les interesa nuestro odio, no me cabe duda.

                Cuanta energía gastada en redes sociales, que de palabras al viento, que odio reales e irreales, que de tontos reunidos ante un grupo social que no da soluciones  a nada.

                Comprendo y comparto el “yo me cago en la puta madre de toda esta gente”, pero después tiene que venir la parte efectiva.

                ¿Qué lleva a un chico a cometer esto? ¿Cuáles son sus perfiles? ¿Cómo se captan? ¿ Son los mismos que matan en otros lugares? ¿Qué buscan?  Qué consiguen? ¿Quién los capta? ¿Cómo? ¿Por qué todos los musulmanes no son iguales? ¿O lo son todos? ¿Por qué se interpreta el Corán de diferentes formas? ¿Dónde está la raíz? ¿La hay? ¿Estamos seguro?  

                Todas estas cuestiones y muchas más poco importan para la familia de los fallecidos, los cuales, con lógica inicial desean la mayor venganza, sin que ella misma pueda devolver, por desgracia, a sus seres queridos. El fastidio está hecho el resto de sus vidas, y tanto.

                Pero el resto no podemos quedarnos ahí, hay que avanzar hacia algo, y sabemos que los cuerpos del estado trabajan al 100% en ello. Sé poco de lo que hay que hacer ante estos casos,  pero sé que puedo pensar en la búsqueda de parar esto. Pero hay que seguir luchando contra este terrorismo atroz pero sin perder de referencia  el germen que lo produce, que lo abastece y le da cobijo.


                Una abrazo a Barcelona,  a sus gentes, a esa ciudad europea perfectamente organizada, avanzada y maravillosa, deseando poder volver por sus rincones.


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