martes, 16 de agosto de 2022

CUANDO NOS CAMBIÓ LA VOZ



     Cuando la edad comienza a arroparnos y recae en nuestros hijos o hijas, el  corazón y la razón van pasando de izquierda a derecha, y en algunos casos, hasta interesa olvidar lo olvidado.
      
     El pistoletazo de salida comienza con las protestas básicas y plausibles de la sociedad, cuando las hebillas de la cintura y la frente comienzan a apretarnos más de la cuenta, después, con la autoridad que nos ofrecen las arrugas y la autoprotección nos convertimos en una queja constante, provocando una demencia forzada de los actos que dejaron nuestras huellas. 

    La juventud en el punto de mira, en la cruz de los caídos y en el lastre de la sociedad. Aclarar que, muy a nuestro pesar, ya no eres joven( mi quinta); crees, piensas, actúas y notas que lo eres, pero no es así, estamos en el inicio de la mitad de nuestro final. Dada la aclaración "positiva" y real. La juventud esta vista como el mal de muchos aspectos y portada crucificada de a diario.

   Macrobotellonas, meódromos en portales, consumo de drogas desmesurado, falta de educación, machismos juvenil, ausencia de valores, agresiones, portadores y generadores de pinchazos.

    La amnesia forzada y  la falsa creencia de lo correcto, debido a  nuestro nuevo papel en la vida, nos lleva a convertirnos en voceadores de baba caída, al observar lo que, probablemente, hacías con los tuyos cuando nos cambió la voz. Nos transformamos, abrumados y acongojados, por lo que vemos en la actualidad, mirando de reojo que no rocen dichas actuaciones a nuestros retoños.

    La juventud actual no es la misma, ni mejor ni peor, no volveremos al pasado, no veremos el futuro, pero todas compartirán la misma lista de deseos adolescentes y no tan adolescentes que teníamos a nuestras espaldas. Tal vez con otros medios, otras maneras o envenenados el mejor perfil diario que muestran en sus dispositivos.

    Tendemos a comparar, desmenuzando y triturando muchos comportamientos inadecuados actuales de los jóvenes, que lo son, pero pocos son los que retroceden para recordar que fuimos partícipes de los mismos hechos y los llevamos a la práctica de igual manera, incluso peor.

    Y aunque ahora nuestras pupilas sean testigos de hechos desagradables y seamos jueces aplicando veredictos, nosotros, en nuestro tiempo, también pudimos cargar con nuestra cruz.
  
    Nadie quiere recordar las palabras que soltábamos a las chicas para intentar acercarnos o cuando nos asomábamos a un escote, ya que no teníamos otro recurso que el propio que nos ofrecía los daban los dieciséis años prehistóricos. 

     No nos interesa recordar la de balones al viento que lanzábamos al aire, en pleno verano, dando igual donde cayera o a quién cogiera.

    O cuando volcábamos colchonetas de chicas para conocerlas y de paso aprovechar para que nuestros ojos se salieran de sus cuencas, viendo curvas que a lo mejor ni existían.

    Callamos cuando el alcohol, en más de uno, dos...sobrepasaba los límites y más de un hospital fue visitado.

    Olvidamos forzadamente cómo se comentaba la jugada nocturna del "afortunado ligón" esa noche de verano, o de invierno, donde las preguntas siempre eran las mismas:" Se dejó", " te tocó", " qué te hizo". " se dejaba"...

    Queremos hacer un borrón de cómo actuábamos de forma agresiva, impulsiva y ordinaria cuando no conseguíamos la chica de nuestros sueños.

  Prohibimos el comentar cómo nos echaban del cine cuando hacíamos lanzamientos a la pantalla de lo primero que teníamos en las manos.

     Nos avergüenza que venga a la memoria como algunos palpaban trasero en fiestas de instituto y se llevaban guantazos a la primera de cambio,  o como los besos se trasladaban de boca en boca por turnos con la misma chica.

    Ni se nos pasa por la cabeza ponerle voz a los insultos que se hicieron a docentes mientras se comían pinchitos morunos o se lanzaban voces completamente lascivas a las ventanas de un aula, o las contestaciones descaradas a profesores saltándonos las normas menos cumplidas.

     Ya no queremos retener cuando nuestros amigos eran lo primero en defender, creyendo, en ese momento, que dábamos el mejor consejo, siendo seguramente el peor de todos.

    Callamos escenas de conflictos con nuestros padres, hermanos e incluso alguna agresión que, en su momento, se podría ver como algo normal entre hermanos o familiares.

    No olvidamos ser los salvadores de nuestros amigos y amigas, de sus decisiones,  de estar hasta el último minuto a su lado, sin saber que el tiempo transforma dicho comportamiento adolescente y juvenil.

   Le damos a una patada al olvido, lanzamos la cometa de los recuerdos,  perdiéndola desde nuestros dedos para que no vuelvan, deseándola no recordarla o dejarla en un rincón de la memoria, como un tarro de esencias, para abrirlos en pequeños momentos, dependiendo del dónde y con quién, y a lo mejor ni eso.

    La juventud actual camina sobre los mismos pasos que tuvimos alguna vez, quizá con más normas incluso que los que pasemos ya por ella. Tendrán aciertos y errores, unos se perderán en el camino vertiginoso de la vida, otros caerán de bruces pero se recuperarán, otros llegarán a metas que nunca se plantearon, como tú o como yo lo hicimos.
    
    Nuestra papel ahora es vigilar, recriminar y aprobar, como fueron los nuestros con nosotros, pero nunca olvidemos que por ese camino de locura juvenil desinhibida tu también te calzaste las mismas botas, y en ocasiones comprender los incomprensible es una obra de alta ingeniería.

     Nunca que hay que obviar lo que fuiste alguna vez, ya que alguna pieza pasada compone tu presente actual.




    

miércoles, 20 de abril de 2022

YO ESPERABA

   

Que yo esperaba algo más, como cuando en una primera cita.

Que yo quería saber algo más, no sé si me explico.

Que yo esperaba un popurrí de palabras que despejen dudas o al menos  nos cueste descifrar.

Que sí, que me quedó claro, que no hace falta mascarillas dentro de las aulas.

Que lo entiendo, pero que por mucho que busco, rebusco, no encuentro más.

Que a lo mejor me equivoco, pudiera ser.

Que yo esperaba algo más, como que me susurraras al oído algo de los                grupos burbuja, sin que los mismos se me rompieran entre los dedos.

Que yo esperaba que me dijeras algo de lo brillante que dejamos las mesas          con la lejía diaria, dónde ella pone el Pronto y la misma pone el paño.

Que pensaba, que me ibas a hablar de las tres aperturas, de los cuatro             horarios de entrada, y de que solo tenemos un portero para cuatro tres              cerraduras de un castillo.

Que yo me esperaba que me ibas a relatar, con letra magistral, que las            familia ya se podían acercar a los centros, sin cita y que no me pidieran la            clave de acceso a la videoconferencia que nunca conecta.

 Yo me esperaba no encontrar a Manolito de primero, porque el patio estaba aliñado de edades y alturas , y entre altos y pequeños perdía la vista.

Yo me esperaba poder manosear los libros de la biblioteca, prestarlos y cambiarlos con otro compañero.

Yo me esperaba poder mezclarnos en los momentos especiales, que los grandes siguieran enseñando cosas a los pequeños y que los abuelos vinieran a contar historias...

Pero como en una primera cita, no me has aclarado nada, bueno, al menos puedo verte la sonrisa, que no es poco.