jueves, 31 de diciembre de 2020

Feliz lo que toque.

 


      Hace más de 3500 años los egipcios tuvieron la genial o desgraciada idea de inventar el horario de las 24 horas a través de un sistema de longitud de sombras que proyectaba el astro rey. Pasado el tiempo, Julio César apadrinó los meses, sus nombres y nos creo esto tan maravilloso que se llama, año. Definitivamente, ya con un calendario gregoriano desde 1582, se nos metió en vena que, un año nuevo comienza el 1 enero de todos los años que van existiendo, y así sucesivamente. Por lo que el tiempo realmente no existe, pero a la vez es el base que sujeta nuestros días.

    No soy mucho de mensajes de finales de año, antes sí, simplemente porque los buenos o malos propósitos comienzan cuando uno los desea o puede realmente llevar a cabo, no hay que esperar nada, si puedes empieza hoy. Me hace gracia aquellos que esperan al primer mes para comenzar algo...Ríndete, comienza cuando de verdad puedas.

   El 2020 está sufriendo un linchamiento mundial en su oídos, ahora mismo debe de estar de copas y debe de tener una borrachera importante, matando penas, tantas como ha provocado.

    No es para menos, este tiempo nos ha puesto en nuestro lugar, nos ha sacudido las vida y las emociones, y lo mejor o lo peor del aprendizaje es que sin rango social. Hemos sacado nuestra vulnerabilidad al aire, y la seguimos sacando, no somos nada cuando la vida camina al filo de la muerte.

   Muchos reflexionan sobre qué hemos aprendido o qué estamos aprendiendo, digo aprendiendo porque pienso que nos queda aún bastante de esta mierda. Las reflexiones dependerán de las vivencias personales. Hay personas que viven enjauladas de por vida por lo que han sido meros espectadores de esta situación, muchos no tenían ya donde caerse muertos y le ha dado el estoque final de sus vidas, otros se desvivían porque no podían ir de viaje, muchos se quejaban de que no podían ir a bailar y otros tantos siguen llorando la muerte de un ser querido. Cada uno tiene un umbral de gilipollez mental y la aplica según sus vivencias y su día a día, ni mejores ni peores. Suerte que estás aquí vivo para leer esto, con eso te puedes dar con un canto en los dientes, como decía la canción. Lo peor es que hay personas que siguen igual, como si no pasara nada, incomprensible, no tienen lectura de la situación y mucho menos aprendizaje del mismo.

   Cada uno es juez de sus actos, abogado y consejero, yo por lo menos intento llevarlo así. Para mí ha sido también un año duro, sobrecargado, complicado, emocionalmente inestable donde he generado más sufrimientos que alegrías. El egoísmo emocional ha sido un jodido descubrimiento personal. La montaña rusa de las emociones acumuladas ha sido un verdadero estruendo difícil de controlar entre cuatro paredes.

   La salud de los míos, el amor recibido, la nueva música, el ver que la naturaleza respira mejor en soledad, el pensar que hoy es suficiente y mañana es demasiado, han sido la mejor cosecha de este año.

   Cuando termine esto, no sé cuando, volveremos a caer en los mismos egoísmos y en las mismas situaciones, ya lo estamos haciendo olvidando a países la posibilidad de vacunación. Somos humanos, capaces de lo peor y  de lo mejor y especialistas en olvidar y en caer en la misma piedra, eso sí, si en el futuro próximo se nos avecina una pandemia parecida, cosa que ya no descarto, haced caso a los niños y niñas, nos irá mejor a todos mucho mejor.


        Feliz lo que toque.