Complicada situación la que se le
presenta al exdirector del colegio donde me vio escribir las primeras e
ilegibles letras.
Nunca fui un alumno ilustre en
dicho centro, al contrario, mediocre tirando a rancio, pero el camino me enseñó
con el tiempo a que espabilara…
Cuarenta primaveras tiradas a la
basura de dicho docente. Prestigio de un centro, el cual, casi siempre ha
estado lleno de virtudes pero que quedan a día de hoy con borrones.
Curioseando foros, el personal de
a pié se dedica en comentar estupideces de alto grado; que si era un cura, que
si era un centro concertado, discusiones pública-privada…ridiculez del pueblo.
Podría escribir machacando la escuela concertada a favor de la mía, la pública,
o en contra de los religiosos…cutre argumento.
La raíz y la verdad la tienen los
alumnos y él presunto autor. A día de hoy es tremendamente fácil enjuiciar y
etiquetar a cualquier docente, nuestra profesión siempre pende de un hilo muy
fino, donde lo curricular se mezcla con
lo afectivo, éste último siempre hay que saber manejarlo; algunos ni lo tocan,
otros lo emplean de forma inteligente y pocos llegan a abusar del mismo.
Nuestro personaje nacional, ha
tirado por la borda toda capacidad efectiva y altamente valorada de embaucar a
los alumnos; ese don no lo tienen todos. Una buena oratoria provoca en alumnos y alumnas motivación, enganche, entusiasmo…y si quieres te lo aliño
con alguna picaresca, humor, gestos de
complicidad..y ya tienes a algunos alumnos en el bolsillo para iniciar su
proceso de mejora e incluso en algunos altamente conflictivos. Pero excompañero
-por decir algo-, parece que se ha confundido tu buena capacidad de ser
docente, con tu religión y el calor de tu entrepierna.
¿Y los alumnos? ¿Y los
familiares? ¿Hay exageración?¿ Sobreprotección?¿Realidad?...Puff, inmensamente
enrevesado. Si un alumno ha sufrido algún acoso de dicha índole el castigo para
el ejecutor debe ser significativo y severo, ya que el daño que padecerá el
agredido le valdrá de por vida incluido los que le rodean. Pero el perjuicio no es solo para el que ha sufrido en su piel
dicha situación, aquí hay que añadir el contexto del centro: alarma social,
etiquetaje del centro, control enfermizo sobre el profesorado, dudas y más
dudas que pueden provocar fácilmente casi el hundimiento de un centro escolar.
De ahí que sea vital la realidad de los hechos, no vale
subirse al carro de las interpretaciones y del yo me apunto: ”Pues yo recuerdo
que una vez…Pues una vez me dijo que…Yo me olía algo” Aquí la sobreprotección
de nuestros hijos puede provocar una daño irreversible y por desgracia dicha
elemento está muy de moda y con ello el poco valor de nuestro papel en la escuela: “ Por favor
profesor ta no le diga a mi hijo que es
un vago, lo va a hundir en una depresión”-ejemplo-.
Habrá que esperar y ver que dicta
el juez, por ahora huele a sucio, a detestable y repugnante, pero no olvidemos
quitar las etiquetas que tienen efecto dominó ya que los enfermos de atar pueden
estar en cualquier parte y por suerte no contagiosos pero si altamente abominables.