Mi claustro mola mogollón y mi
colegio también, por eso ocurren estas cosas.
Aún recuerdo la primera pisada
en mi centro escolar actual, con más ganas de huir que de estar, nos ha pasado
a muchos, ¿verdad? Cuando vienes de un lugar donde dejas raíces emocionales
cuesta la misma vida comenzar de cero.
La rumorología docente decía
que mi colegio que era “bueno”, que era demandado, y eso era muy buena señal,
sobre todo a los que llegaban de “novatos” en este mundo de feriantes sin lugar
fijo, que en muchos momentos somos los docentes.
Por suerte divina, el hambre
se unió con las ganas de comer, y con ello, la cordialidad olvidadiza y
agradable de un futuro director que estaba curtido en mil batallas, donde la
crispación la tiene guardada en el baúl de los recuerdos, si es que algún día
tuvo dicha crispación.
Y el tiempo pasaba, buscando
nuestro hueco y nuestro espacio, para estos “niños grandes” que trabajaban,
cada día más felices y contentos. También iba sumando de forma exponencial,
dejándose cuerpo y alma; nuestras limpiadoras informativas, nuestro portero tan peculiar, la
maravilla del personal del comedor, aula matinal y actividades extraescolares, y
también nuestras hormiguitas administrativas
que han ido pasando por el centro, sin olvidar nuestros colaboradores que, han
dejado y se dejan sus manos, en el huerto de las ilusiones. Entre todos, y sin
distinciones, nos fuimos contagiando de ese ruido tan alto que provocan las
emociones más básicas que nos hacen tan felices.
Todos dejaban y dan lo mejor
de cada uno, desde la paciencia infinita para curar una herida en el recreo, pasando
por la mano que agarra la vida de un niño desenfrenado por sus emociones más primitivas
y terminando con la tiza ilusionada de cualquier docente a la hora de ponerse
en marcha.
Mi cole mola muchísimo, por
que tenemos, a día de hoy, unos ingredientes que son de primer nivel, y que
cuando se mezclan da como resultado el mejor plato de risas, trabajo y complicidad.
El recuperar de nuevo dos
líneas este curso escolar ha sido dar un salto y tocar las nubes, no sé si somos
conscientes de ello, y es que cuando no hay, no hay. Si además se le une el ahogamiento
y escozor, de una soga que cada vez aprieta más a la escuela pública, el mérito
de todos y todas es el doble.
Esto, que no es poco, lo
habéis conseguido cada uno de vosotros y vosotras, no me cabe duda. Con nuestros
aciertos y errores que ocurren a diario, con vuestro aporte mayor o menor, con
vuestra organización e improvisación, con vuestra discreción y con nuestro bullicio,
todos sumamos, que no os quepa duda.
Todo esto funciona y lo hace
porque le ponéis corazón e ilusión. No tenemos las mejores programaciones, ni
la mejor organización, ni la mejor burocracia, pero tenemos alma y emoción, y
eso no hay ley que nos la quite.
El boca a boca que ya existía,
sigue para quedarse en los tiempos más difíciles, y todos somos los principales
protagonistas. Tenemos un futuro alentador, independientemente que se hubieran
recuperado o no las dos líneas, presumamos y agarrémonos a los sueños que provocamos
a nuestros a alumnos y a las familias que siguen apostando por nosotros de una
forma fascinante.