No
me gustaría nada estar en la piel de los catalanes; se mezclan los
sentimientos, las pasiones, las banderas, la legalidad y la ilegalidad, las
mentiras y las verdades. Me da mucha tristeza esa rabia incontrolada de todos,
estáis haciendo demasiado daño al alma.
Se repite la misma historia, cansa y nos estalla en la
cara, les estalla en la cara.
Alimentados por el PSOE y PP en la generación de los
80 y 90, los padres tuvieron a los cachorros rabiosos de hoy en día. Cachorros,
que muchos de ellos, otros no merecen ni ser nombrados, llevan tatuado en su
piel la independencia de Catalunya. No están enfermos, no están locos, no
son ni mejores ni peores que tú o que yo, no es que no sepan lo que
hacen, están "formados" así desde sus primeros pasos. Podría ser tu
hija, tu sobrina o tu amigo el que estuviera allí.
El error de ceder hasta el alma en política en aquellos tiempos,
y la necesidad legal y lógica de no romper el país, y mucho menos Cataluña, con
el poder económico, social y europeo que tienen, han provocado una nuevo
derrumbe obligado de sus sueños.
Ninguneados por el poder económico de los padres de la
independencia, se sienten con la obligación de seguir el camino que algún día
les contaminó sus familiares o amigos, con mayor o menor intención, con mayor o
menor ignorancia.
El nuevo país no existe, no se puede, no hay nada, os han
engañado con palabras, libros y hechos vacíos. Os han tomado por tontos y
seguramente no lo seáis, y eso es esperanzador.
No dudéis que vuestros "superiores" no están en las
barricadas, ni quitando banderas españolas, ni enfrentándose a la Policía Nacional
o a los Mossos, ni enfrentándose con el resto de los españoles a golpe de
piedras. Os han engañado, y ellos lo sabían. Os han ido arrastrando el jugoso
caramelo durante años por vuestros labios, sin saber que era casi imposible
probarlo.
El deseo de independencia catalana no se esconde tras miles de chavales con
pasamontañas haciendo el "carajote" por el Paseo de Gracia, la
independencia se esconde tras la corbata, la chaqueta y la billetera de muchos
empresarios y gobernantes de la alta sociedad catalana, y vosotros sois el
escudo del fracaso.
No va a desaparecer el independentismo por muchos años de sentencia que se
otorguen, aunque ya sabemos que en enero ya podrán salir muchos a la calle por
las competencias otorgadas. Esto no se acaba, la mentalidad, sus ansias, las
ideas no se aplastan con un tiro o con cien años en una prisión.
No es fácil dar una solución a estas emociones construidas sobre la nada, las
cuales se la han escapado a los gobiernos anteriores.
La legalidad, las sentencias, los fuerzas y cuerpos de seguridad no van
arreglar el cambio de mentalidad, aunque sean necesarias ahora mismo, sin duda
y sin contemplación, huele a 155.
Cuando se calmen las aguas, la única solución seguirá siendo política, esa que
se escapó a los gobiernos en su trueque obligatorio cuando toman la Moncloa y
que ahora ha engrandecido un monstruo que no sabe ni lo que es ni dónde
está.
Pocas soluciones reales atisbo; o cambia la política española mucho, o cambia
la catalana, o cambian las dos. Difícil misión.